A Graves le hubiera gustado
«hay una coherencia argumental y una profundización en la personalidad de los personajes, que son algunos de los principales logros de esta ópera.
A esta coherencia ha ayudado, y mucho, la dirección y puesta en escena de Marta Eguilior (El último hechicero, La voz humana). Recordamos que estamos en un auditorio, sin foso. La orquesta en primer plano, y tras ella una gran tarima a gran altura sobre la que se sitúan los cantantes, y detrás de ellos un graderío rojo en tres alturas, similar a un senado o teatro romano. Las esculturas de dos colosos reclinados y meditativos completan el espacio escénico. Cada uno de los actos tiene una iluminación y vestuario propio, basados en los colores negro, rojo y blanco, respectivamente, y que potencian la personalidad del protagonista de cada acto: la Livia retorcida y de alma negra, el sanguinario y despiadado Calígula, y el cándido y divino Claudio. El vestuario y la caracterización realzan a los personajes, dotándolos de una gran expresividad. Eguilior hizo moverse a los cantantes, subir y bajar el graderío (no sin cierto peligro, por cierto), gesticular, dar vida al maquillaje en blanco del rostro, a modo de máscara…, en definitiva, les exigió mucho más de lo que cabría esperar de una versión semiescenificada».
Yo Claudio: de la novela a la ópera
Así, Igor Escudero ha estructurado su ópera en tres capítulos que responden a los personajes de mayor trascendencia: Livia, Calígula y Claudio el dios. Marta Eguilior firma la dirección escénica, diseño de escenografía y vestuario, y el maestro José Luis López-Antón cogerá la batuta frente a la Orquesta Sinfónica de Castilla y León y de la Orquesta Sinfónica Verum.
Sobre la producción, Eguilior se pronuncio así: “A veces comparo la creación escénica con los sueños. Mis puestas en escena están totalmente unidas al mundo del subconsciente, de las emociones amarradas a las tripas y el cerebro. En este caso, sucede lo mismo con “Yo, Claudio”. No es una puesta hiperrealista ni realista, es el “Yo Claudio” que soñé cuando tomé la partitura de Igor. Livia, Calígula y Claudio, tres personajes que tiñen la historia y la puesta en escena con muerte, pasión y poder. Seleccioné a su vez tres colores: negro, rojo y blanco, y he fragmentado el escenario en tres apoyándolo de una cuidada iluminación y enriqueciéndolo con tres elementos escenográficos: Unas escalinatas, un suelo espejado -reflejo deformante de la láurea- y unas esculturas que lloran sangre impulsadas por las muertes que se suceden en la ópera. Siempre la magia del tres”.
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Graves habla de nuestros defectos, de nuestra naturaleza desde un punto de vista muy contemporáneo pese a relatar acontecimientos de la antigua Roma», especifica Escudero, que, además de releer los libros, vio la serie en varias ocasiones durante el proceso de creación. Algo que prefirió no hacer el responsable del libreto, escrito en inglés. «Gómez se ha negado a verla para no dejarse influir, pero yo sí que he deslizado cosas de ella, como la forma en que describe a Livia, la abuela de Claudio, posiblemente el personaje más importante», revela el compositor.
Marta Eguilior tampoco quiso contar con la inevitable referencia de la BBC. “Yo cogí la novela y la partitura para concebir los personajes”, explica esta directora de 34 años que en 2018 puso en pie Orphée et Eurydice de Gluck en el teatro Victoria Eugenia de San Sebastián y Le dernier sorcier en el Villamarta de Jerez de la Frontera.
Yo, Claudio, asegura, se parece poco a los anteriores. Es un estreno absoluto que define como “un Juego de Tronos de la época clásica”. “Tiene muerte, manipulación, juegos, pasión y sexo, hay orgías en palacio”, describe sobre la obra que narra un siglo de historia en escenas que apenas duran unos minutos. Algunas solo segundos. “Hay mucha acción, todo pasa muy rápido”, puntualiza Escudero.
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